LA VANIDAD ES INDECENTE: Intrevista con Rito Ramón Aroche
Por Alberto Abreu
Galardonado en el 200 con el premio de Poesía de La Gaceta de Cuba, Rito Ramón Aroche pertenece a la oleada de escritores, artistas y pensadores que irrumpne en la escena cultural cubana hacia la segunda mitad de la década del ochenta. Con varios libros de poemas publicados. El último de ellos: Andamios apareció precisamente este año.
Mientras preparaba el cuestionario y las fichas para esta entrevista recordé aquella tarde diciembre del 2000, en el marco de la Bienal de Artes Plásticas de La Habana, cuando conversé, más bien discutí, por primera vez con Rito. Me parece estar viendo ante mí los edificios apuntalados de la Plaza Vieja, el polvero, el ajetreo de los constructores. Elio Rodríguez, había concebido un proyecto que tituló “Arriba la Carpa”, una especie de tienda fluxus improvisada a la interperie. Allí estaban las mesas de Julio Neyra, Saydel Brito acompañado de Lupe Alvarez, Alexis Esquivel, Julio Neyra… De repente, lo veo a mi lado esgrimiendo un grupo de reparos sobre las estrategias del lenguaje en el discurso crítico sobre el arte, las simpatías y apatías de los mismos artistas plásticos hacia ciertos críticos. (Acuerdos y desacuerdos a un lado.) Comprendí que estaba ante un conocedor de las mañas de magaña, no sólo del campo literario.
Esta entrevista, que ahora presento a los lectores de La Gaceta… puede leerse como prologación de aquella conversación inciada una tarde diciembre, hace más de cinco años, en la Plaza Vieja.
¿Por qué no comenzamos hablando de los años en que te fugabas del servicio militar para conversar con Ángel Escobar, intercambiar libros…?
Fue a principio de los 80 (¿1982 exactamente?) en un encuentro de Talleres donde hubo maña de magaña. Ángel Escobar, sin conocerme, me dijo: No vengas más aquí, ve por mi casa. Y comencé a ir por su casa. Ya yo estaba de servicio… Al principio me costó trabajo. Era tímido. Tan tímido que iba a las actividades y no me relacionaba con nadie. Lo que hacía era sentarme al final, y solamente escuchar. A veces tenía que ir a verlo al Teatro Nacional porque él estaba en un grupo de teatro que se llamaba Extramuros. Fui una vez y no lo vi. Después resultó que el grupo usaba de sede un viejo cine en la calle Belascoaín, creo. Intentaba presentarme actrices muchísimo mayores que yo. Me preguntaba: ¿Qué tú crees de aquella? Y sin darme tiempo: Voy a hablar con ella. Y luego volvía regresaba: Oye, dice que tú eres muy joven para ella. Ese era Ángel. Tú podías ir a su casa y lo menos que hablaba, aunque no siempre, era de literatura. No sé qué tenía. La gente se sentía muy estimulada por él. Viva moneda que nunca / se volverá a repetir. Andando el tiempo conocí en su casa a Nelson Villalobo, a René Francisco, a Ponjuan , a Ibrahím Miranda. No hace mucho René Francisco me recordó este consejo de Ángel: Hay que pasar con todo, pero no con todo. Rarísimo. En ocasiones ni hablaba. Los dos frente a un té. En otras no me dejaba ni llegar. Decía: Vámonos para El Mirador. Yo que no sabía qué diablos era El Mirador , pero traía tremendas ganas de hablar de literatura, de enseñar los poemas, de aprender. Porque siempre me interesó, y nunca ha dejado de interesarme, que me digan más los defectos, no las virtudes. Yo era niño entonces.. No bebía, no nada. Corría mis kilómetros diariamente. No comía con grasa. Ya te digo, no nada. Y él: Oye, yo antes era como tú, practicaba el culto a la salud. La primera súper perga de cerveza en mi vida me la pagó en El Mirador, de Alamar. Decía: Apúrate para comprar la otra. Yo no sabía nada de beber…
PARA LA ENTREVISTA COMPLETA -LA VANIDAD ES INDECENTE — Entrevista a Rito Ramon Aroche