En las páginas 56-59 del número de La Gaceta de Cuba correspondiente a enero-febrero del presente año apareció la crítica “Una mala escritura de la Historia”, de Arturo Arango sobre mi libro Los juegos de la Escritura o la (re)escritura de la Historia (Premio Casa de las Américas en ensayo artístico-literario del 2007). Ejerciendo mi derecho a réplica le respondo:

Mi respuesta a Arturo Arango

Por Alberto Abreu

1. «Nuestras vidas están involucradas indefectiblemente en las grandes sacudidas de la historia, aunque esta última pueda ser contadas de diversas maneras […]. Lo mismo ocurre con la lectura de la contemporaneidad, sujeta siempre al entrechocar de ideas y debates, a la emergencia polémica de lo nuevo, al enfrentamiento por los espacios de poder en el ámbito de la cultura y en el de la política real». Agradezco a Graziella Pogolotti el poder recordarles este dato a los lectores de mi libro Los juegos de la Escritura o la rescritura de la Historia. Así como una postura ética que, en la confrontación de ideas, parte del respeto a la pluralidad, a la diferencia de miradas. Las palabras de ella, publicadas bajo el título de «La insoportable gravedad de la historia», constituyen, al menos para mí, una lección memorable en este sentido.

2. En «Una mala escritura de la Historia», de Arturo Arango, el ejercicio del criterio se entrecruza inevitablemente con la ética; y el compromiso, con la memoria quebrada de un período de la historia cultural de la nación. Quiero referirme a los momentos de ese texto en que se ilustran esos juegos camaleónicos y dobleces con los que en nombre del respeto a la pluralidad, a las cicatrices de la memoria y a sus afectados, se intentan tachar esas otras relecturas de la historia que parecen incómodas. Y a las artimañas retóricas que documentan cómo su autor nos intenta decir algo distinto a lo que el texto nos dice (lo que duele y lleva escondido).

2.1. En su nota al pie número 3, Arango acota: «Me resulta imprescindible mencionar una contradicción exterior al libro: Víctor Fowler, quien recibe algunos de los mayores elogios de Abreu Arcia […] fue jurado en la edición del Premio Literario Casa de las Américas 2007. Tal coincidencia se convierte en un conflicto ético que no puedo pasar por alto» (p. 59).

Aquí hay un dato que él, en su impugnación ética a Fowler y en sus atentas lecturas a mi libro, esconde todo el tiempo y escamotea a sus lectores. Se trata de las páginas (165, 166, 167 y 168) donde examino el ensayo «Rumbos de la nueva cuentística», escrito por el entonces intolerante Arango y aparecido en diciembre de 1978 en la revista Universidad de La Habana. Se trata de un texto impecablemente escrito, pero lamentable por su tenebroso dogmatismo. Su lectura todavía produce pavor, sobre todo porque hacía leña del árbol caído. Como entonces les informo a los lectores de Los juegos de la Escritura…, dicho ensayo motivó una posterior retractación del autor («Argumentos para la retractación y la reincidencia», Letras Cubanas, no. 1, 1986).

No es la ética sino el elogio lo que Arango le disputa a Víctor Fowler. Víctor es quien usurpa lo que para Arango, aquí, se constituye todo el tiempo en el oscuro objeto del deseo: el elogio. Este dato nos alerta, además, sobre la naturaleza contradictoria y oportunista desde la que opera el concepto de ética en «Una mala escritura de la Historia».

3. Por puntuales y certeras, le agradezco a Arango las observaciones que le hace a Los juegos de la Escritura… (escribí «La vida Flora» en lugar del correcto «Vida de Flora»; José Antonio Baragaño, el lugar de José A. Baragaño), como también le agradezco la observación que hace sobre Ángel Acosta León. Aún falta otra que Arango no menciona, pero que los lectores deben conocer: cuando recreo con ciertos giros de ficción los tiempos de Lunes de Revolución, incurro en el error de ubicar la residencia de Virgilio Piñera en Guanabacoa en lugar de Guanabo. (ver Los juegos de la Escritura…, p. 30). Sin embargo, Arango miente deliberadamente en algunas de sus afirmaciones:

3.1. «Y para demostrar cómo la lírica también evoluciona en su percepción del espacio urbano de La Habana de los años ¡50!, se emplean versos de “Sinfonía urbana”, poema de Rubén Martínez Villena (1899-1934)».

En Los juegos de la Escritura… se lee: «La lírica también evoluciona en su percepción del espacio urbano. // Solemnidad profunda, rara melancolía. // La capital se baña de lumbre meridiana, // y un rumor de colmena colosal se diría // que flota en la fecunda serenidad urbana. // Exclamaba Rubén Martínez Villena. Ahora la ciudad no es aquel paisaje, ha pasado a ser…» (Énfasis míos, 22-23).

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