PAISAJES EMERGENTES EN EL CAMPO CULTURAL CUBANO DEL NUEVO MILENIO.[1]

Por Alberto Abreu

En su ensayo “Para un diccionario herético de estudios culturales” Néstor García Canclini constata: “Uno de los pocos consensos que existe hoy en los estudios sobre cultura es que no hay consenso.”[2] Semejante desconcierto tiene su origen en la heterogeneidad cultural (la hibridez, la pluralización, la exaltación de la alteridad…) de las nuevas tramas culturales, y que ha traído a nuestras vidas el posmodernismo  decretando el fin de la era de lo singular; dando al traste con los criterios de novedad, pureza  que propulsaron las vanguardias  artísticas.

Hoy todo se vuelve tan “normal” que es difícil sorprenderse o al menos entender el asombro asociado a esa connotación de insólito que, evocando a los surrealistas franceses, otorgaba Carpentier a lo maravilloso[3]. De ahí que, unas líneas más abajo, Canclini reclama: “Necesitamos, sin embargo, algunas definiciones operativas, aunque sean provisionales e inseguras, para seguir investigando y hacer políticas culturales.”

El título (“Para un diccionario herético de estudios culturales”)  y el cuerpo de este ensayo son coherentes con esta demanda, así como con la búsqueda, en medio de este paisaje signado por la fragmentación y diseminación de imaginarios y sentidos;  de ciertos conceptos estratégicos que le permita a la Crítica Cultural Latinoamericana auscultar, en el presente, los asuntos culturales. Pero, por encima de estas demandas teóricas, el ensayo que estamos leyendo es una crítica al idealismo estético y una interpelación al mismo como actividad al margen de las finalidades morales, políticas y mercantiles que, en estos tiempos de globalización, condicionan a los imaginarios culturales.

Me llama poderosamente la atención como, en contraste  con estas reflexiones de Canclini y de otros importantes analistas culturales latinoamericanos, en el caso del discurso institucional cubano (entiéndase bajo esta rubrica: la crítica textual, algunos circuitos y agentes sociales encargados del arbitraje de las luchas culturales, los conflictos simbólicos y de la movilización de nuevos sentidos sociales ) han optado por exorcizar estas prácticas y representaciones emergentes, sobre todo aquellas gestos y descalses de sentido que pueden desconcertar o causar «confusiones» dentro del canon y el orden simbólico letrado. Mediante operaciones tácitas que intentan readecuar ese «caos» (la complejidad que adquieren estas prácticas y nuevos actores sociales en la globalización) a pensamiento único, letrado, moderno.

Para explicar mejor este fenómeno propongo que vayamos a la  primera  de estas definiciones operativas, provisionales e inseguras, que  nos propone Canclini en su diccionario herético de Estudios Culturales: el asombro considerado, según este autor, por el origen del conocimiento  desde Platón hasta Karl Jaspers,  pasando por los vanguardistas y los antropólogos. El asombro en este texto adquiere una connotación peyorativa, irónica; alude más bien al fin de la era de lo singular y el comienzo de otra: la ya no tener de qué asombrarse. Es curioso como aplicado al contexto cultural cubano el asombro al que se refiere sarcásticamente Canclini retorne a su significación pueril, originaria.


[1] Fragmento de un libro en preparación donde el autor recorre los bordes de la ciudad letrada cubana desde sus momentos fundacionales hasta el presente siglo.

[2] Todas las citas de este ensayo han sido tomadas de la versión digital de, Néstor García Canclini: “Para un diccionario herético de estudios culturales”. Fractal no.18, jul-sept., 2000 año 4 volumen V, pp. 11-27.

[3] Consúltese el ensayo de Alejo Carpentier: “Lo barroco y lo real maravilloso” en su libro Razón de ser. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1980.

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