Re-pasar El Puente
Por: Roberto Zurbano
Abordar las Ediciones El Puente es una deuda histórica, difícil de solventar sin acudir a las voces omitidas durante tantos años y a otras voces silenciantes que habían negado o les cuesta recordar, el modo en que nacen a las letras cubanas de los sesenta un grupo de autores, hoy dispersos dentro del campo literario cubano, cada vez más amplio y diverso, en cuyas fronteras se intercambian y actualizan nuevos y viejos valores.
Ediciones El Puente no solo fue un proyecto editorial encabezado por José Mario, Ana Maria Simo e Isel Rivero en su primer momento. Lanzan un manifiesto en octubre de 1960, donde pudo leerse su entusiasta identificación con la efervescencia revolucionaria que vivía el país, con el anunciado Primer Encuentro de Poetas y Artistas, próximo a celebrarse entonces en la ciudad de Camaguey, organizado por Rolando Escardó y con el Avión de la Poesía. A partir de noviembre de 1960 comienzan a aparecer los 38 títulos que publicarían hasta principios de 1965; salieron bajo el diseño grafico de Gilberto Seguí y José Lorenzo Cruz, quienes trabajaban las portadas con obras propias y con originales de Rene Portocarrero, Antonia Eiriz, Miguel Collazo, Laura Zarrabeitia, Jesús Rodríguez Pena, José Manuel Villa y otros.
Entre las firmas que publican su primer libro en El Puente se encuentran Nancy Morejón, Rogelio Martínez Furé, José Milian, Georgina Herrera, Gerardo Fulleda, Nicolás Dorr, Ana Justina, José Mario, Manolo Granados, Ada Abdo, José Ramón Brene, Ángel Luis Fernández, Ana María Simo, Jesús Abascal, Mariano Rodríguez Herrera, Evora Tamayo, Reynaldo Felipe, Héctor Santiago, Mercedes Cortázar, Joaquín G Santana, Guillermo Cuevas Carrión, Ana Garbinsky, Santiago Ruiz, Antonio Álvarez, Silvia Barros y el peruano Rodolfo Hinostroza; sin olvidar aquellos que no publican allí sus primeros libros, pero sí los segundos como es el caso de Miguel Barnet o Belkis Cuza Malé. Prepararon varias antologías, de las cuales solo una –la de poesía, en su primer tomo- llegó a publicarse. Algunos firmantes del manifiesto como Eugenio Hernández Espinosa o Mario Balmaseda, no alcanzan a ser publicados; tampoco salió de imprenta la Revista del Puente en cuyo primer numero se ofrecían sendas traducciones de La nube en pantalones de Maiakovsky y el celebre Aullido de Ginsberg, incorporando ese gesto de apertura intelectual del campo editorial cubano de los sesenta, por el cual también quedo anunciado en la tapa de algún libro la publicación del Poema para promover el enjuiciamiento del presidente Eisenhower de Ferlinghetti.
El Puente constituye ese capitulo perdido de la historia de la literatura cubana en el periodo revolucionario que nuestros grandes textos críticos e historiográficos –léase diccionarios, antologías, panoramas, bibliografías y memorias– silencian con la mayor tranquilidad. Pocos de nuestros exegetas en la isla se han ocupado de dichas publicaciones, ni de la inserción de este grupo de jóvenes autores en aquel álgido momento del campo editorial cubano. Tal fenómeno ha dormido mucho tiempo en las oscuras manos del olvido y de la irresponsabilidad intelectual.
PARA EL ARTICULO COMPLETO – El Puente, Roberto Zurbano