Hijos de Nadie.
(A propósito de Ediciones El Puente en La Habana de los años 60, de Jesús J. Barquet.)
Hace pocos días a propósito de esta presentación en La Habana de la compilación de Jesús J. Barquet: Ediciones El Puente en La Habana de los años 60. Lecturas críticas y libros de poesía, y con motivo de los cincuenta cumpleaños de este sello editorial recordaba algunos correos y entrevistas de Barquet, donde hablaba sobre la recepción de este libro durante sus presentaciones por algunas ciudades de Estados Unidos, Brasil (adelanto que a ésta de La Habana, seguirá otra en España.) Traté de imaginar, por unos segundos, la inconmensurable dosis de fidelidad y amor por la literatura cubana que necesitó para alimentar tanta perseverancia, y permanecer fiel a una aventura intelectual, que se extendió por los diez años. Muchos de los libros aquí, incluidos son tenidos hoy, por los coleccionistas, como verdadera rareza bibliográfica. También se incluye, para asombro de los estudiosos de la literatura cubana, la Segunda Novísima de Poesía Cubana II terminada por José Mario en (1964), la cual se hallaba en imprenta en el momento de la clausura de esta editorial. A este itinerario de avatares sumémosles las innumerables consultas, entrevistas, intercambios de correos, negociaciones de derecho de autor, y su decisión de que el libro fuera publicado “en un tercer país”, que en este caso resultó ser Ediciones del Azar, de Chihuahua, México. Y por si fuera poco, un hecho que pocos conocen: Barquet, costeó de sus propios bolsillos la edición de este volumen.
Pero, la excepcionalidad de Ediciones El Puente en La Habana de los años 60. Lecturas críticas y libros de poesía va más allá de estos datos que acabo de ofrecer. En una entrevista que le realizó Belkis Cuza Malé para la revista Linden Lane Maganize [1] el mismo Barquet admite que una de las finalidades más inmediata de su libro es la de “redocumentar la existencia de una poesía cubana verdaderamente joven que estaba expresando el impacto del momento histórico desde 1960 y no a partir de 1965, como se hizo creer por algún tiempo dentro de Cuba.” Y más adelante al ser interpelado sobre los prejuicios, incomprensiones que todavía sobreviven dentro de Cuba en torno a Ediciones El Puente añade: “Pero, por fortuna, ya eso no es allá más un “crimen”, sino un enigma o motivo de curiosidad que espero ayude a satisfacer este libro cuando llegue allá.”
Es decir, aboga por la incorporación de esos textos y autores al corpus de la literatura cubana que se produce dentro de la Isla, reclamo por demás imprescindible. Y del que participan además, el dossier Re-pasar El Puente preparado por Roberto Zurbano en el 2005 para La gaceta de Cuba,[2] y la aparición este año, con motivo del cincuenta aniversario de El Puente, de la Novísima de Teatro,[3] compilada y prologada por Inés María Martiatu. Pero lo significativo de estas demandas reside en primer lugar, en el acto de re-escritura de nuestra historia literaria, que dicho clamor de justicia prescribe.[4] Y en segundo orden: en el re-encuentro con esas voces, textos, y un segmento de nuestra historia literaria hasta hace poco poscristo de la memoria cultural de la nación. No hay por qué asombrarse entonces, si muchos de los testimonios y versiones que dan los protagonistas de El Puente (ahora devenidos en sujetos de memoria) sobre aquellos años marchen a contrapelo (desdicen, impugnan, cuestionan las versiones legitimadas por la historiografía oficial, socavando lo que las misma tienen de constructos elaborados a partir de interpretaciones oídas de una sola parte o desde el silencio.
Es archisabido que Ediciones El Puente, la editorial fundada por el poeta José Mario en 1961, destinada a dar conocer autores jóvenes inéditos y que funcionó de manera alternativa; llevó a cabo su labor en una etapa convulsa, de grandes re-configuraciones culturales, estéticas, políticas; de encendidos debates y luchas culturales por el control de las representaciones y el poder interpretativo dentro de la Revolución. Por lo que Bourdieu discretamente, llama el monopolio de hacer ver, y de hacer creer, de hacer conocer y hacer reconocer, a través del cual grupos literarios, agentes sociales o figuras de las letras buscaban validar o imponer como legítimas no sólo determinadas cosmovisiones, corrientes o tendencias ideoestéticas; sino lo que debía ser el arte, la literatura y el intelectual en la naciente sociedad revolucionaria.
Desde esta perspectiva Barquet, la Miskulin y María Isabel Alfonso exploran el legado poético de Ediciones El Puente. Hablar de legado presupone algo que ha estado ahí, oculto o visible, y que al mismo tiempo es susceptible de nuevas lecturas, miradas interpretativa, porque enriquece al presente, a la construcción que, desde la cultura, deseamos hacer del nosotros nación. Y al mismo tiempo, es un llamado al diálogo, al reconocimiento de zonas o ademanes de la memoria colectiva sepultados o tachados por la violencia del olvido y de los hombres.
Convendría, entonces, no sólo dejarnos llevar por los textos aquí rescatados, permitir que ellos hablen, nos seduzcan desde su increíble contemporaneidad, o su rareza arqueológica, sino también complejizar las preguntas que tradicionalmente nos hemos hecho con respecto a Ediciones El Puente, y lo que todavía es más importante: subvertir el lugar o perspectiva desde donde habitualmente nos las hemos venido haciendo.
En este punto, los ensayos de María Isabel Alfonso, Silvia Miskulin, y del propio Barquet, que sirven de pórtico a los poetas y libros compilados, son de una insoslayable y esclarecedora contribución; si tenemos en cuenta que sus juicios e indagaciones a estas obras, autores y su contexto están avaladas, hasta la desmesura, por documentos bibliográficos, testimonios orales, textos literarios, etc. Sus lecturas críticas dialogan entre sí, se cruzan, intercambian guiños. Poco parece escapar a la voracidad de esta pesquisa arqueológica, a tanta avidez y al mismo tiempo desconfianza por los archivos.
No les voy a negar que me seduce, metodológicamente hablando, este método de lecturas cruzadas, donde el sujeto de la escritura hace un alto para hacer entrar en el texto la propia voz del testimoniante. El ejercicio de la crítica o de la investigación literaria, la propia escritura del libro se torna en un espacio polifónico, su textualidad en metáfora de un diálogo largamente postergado o la alegoría de una conversación o encuentro, por fin cristalizado, con aquellos fragmentos, marcas, despojos de la memoria, truncados violentamente; desplazados a un espacio residual. Y donde la literatura, quiero decir: la poesía, vuelve a ser el entre, el puente que articula, el espacio para el encuentro, la auténtica inclusión.
[1] Belkis Cuza Malé: “Jesús J. Barquet y la poesía de El Puente” en Linden Lane Maganize VOL 30 No.1 PRIMAVERA / SPRING, 2011.
[2] Dicho dossier incluye trabajos de Roberto Zurbano, Gerardo Fullera León, Norges Espinosa, Isabel Alfonso, y una entrevista de Arturo Arango a Josefina Suárez. La Gaceta de Cuba, julio-agosto del 2005, pp. 2-14.
[3] Ver: Inés María Martiatu: Re-pasar El Puente, colección Repertorio Teatral, Editorial Letras Cubanas, 2010.
[4] Consúltese además: Alberto Abreu Arcia:”Ediciones El Puente”, en Los juegos de la Escritura o la (re)escritura de la Historia, premio Casa de las Américas 2007 en ensayo artístico-literario. Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2007.
Para leer mas ~Presentación Barquet