Entre los proyectos que Inés María Martiatu deja inconcluso al morir, se encuentra esta novela que inicialmente tituló: Volver a La Habana. Se trata de un obra poblada de personajes entrañables donde la música, las diferentes historias de vida de los negros y negras que habitan en Cuba y el Caribe, se articulan a través de los continuos desplazamientos e itinerarios de sus protagonistas: entre ellos una mujer negra, marcada por el desarraigo y lo diaspórico, por una transnacionalidad que, como afirma Glissant, están en los orígenes mismo de nuestra condición de pueblo o comunidad que ha padecido la angustia del trasbordo. Aquí están un pedazo de la historia de Cuba y de su cultura por las cuales trabajó de manera incansable, sobreponiéndose cada mañana a las limitaciones y el dolor físico, en condiciones que estaban muy lejos de ser las más idóneas.
Con la publicación de este fragmento de novela, y de otros textos suyos Afromodernidades desea recordarla.
Volver a La Habana.
Por: Inés María Martiatu
Para la orquesta de Chico Jiménez, el mulato trompetista puertorriqueño, Lola fue una verdadera adquisición. Habían recorrido muchos lugares de los Estados Unidos actuando en los modestos teatros latinos y en las sociedades de gente de color.
Una noche tocaban en el Club Martí-Maceo de Tampa. El salón con el escudo de Cuba en armas y la bandera al fondo estaba repleto de gente. El solo hecho de estar allí, de que se escuchara esa música encendía el patriotismo y el entusiasmo de los bailadores. Trabajadores, descendientes de los que habían llegado allí esperanzados y luchado por una Cuba Libre, los que escucharon quizá la prédica de José Martí y la de la patriota negra Paulina Pedroso. Lola cantaba Quirino con su tres, tomado del repertorio de Rita Montaner, la mulata de oro que la había deslumbrado una vez en La Habana con su magia. A ella, debía la decisión de cantar, de seguir su destino. Quirino con su tres. Al ritmo del bongó movía la cintura ceñida con un pañuelo amarillo. Los hombros, el cuerpo todo DE X se estremecía con el sonido estridente de la trompeta de Chico Jiménez. A un repique del bongó dejó caer un hombro con toda intención y fue el delirio. Quirino con su tres. Coreaban. Quirino con su tres, repetía Lola y entonces ocurrió algo indescriptible. Dejaron de bailar y se quedaron mirándola, escuchándola. Lola sintió que era feliz. Quirino con su tres.