Cuba: una encrucijada entre las viejas y las nuevas epistemologías raciales (I).

Por: Alberto Abreu Arcia.

Para Lalita, que tanto gustaba de estas discusiones.

Hace unos días conversando con un colega, le comentaba que el discurso antirracista en Cuba había caído en una especie de cansancio. Mi apreciación partía de una comparación con el debate sucedido meses atrás (abril del 2013), a raíz de la apariciónenThe New York Times(23 de marzo) del artículo de Roberto Zurbano: For Blacks in Cuba, the Revolution Hasnt Bagun. La variedad de textos generados al calor de aquella discusión, todavía hoy, resultan sorprendentes por la diversidad de posicionamientos (políticos, ideológicos, teóricos, institucionales, etc.) a la hora de examinar la problemática racial cubana de los últimos años. Lo que lo coloca como un hecho sin precedente entre nosotros.

Sin embargo, a lo que pudo ser la antesala de un cambio de signos en este campo discursivo, sobrevino el silencio, interrumpido a ratos por el viejo discurso centrado en los tópicos de la desigualdad social, política y económicas que padecen negro/as, mulato/as dentro de la sociedad actual cubana -lo reclamo por demás justo y urgente- y los tímidos gestos de las instancias gubernamentales cubanas frente a estas demandas. Dicho discurso, más allá de sus afeites sociológicos, históricos, políticos, coyunturales y su confianza ciega en las estadísticas, la materialidad del archivo constituye el punto focal de muchos libros y artículos que en los últimos años han visto la luz dentro y fuera de la Isla. En esta vertiente resultan emblemáticos los escritos de Esteban Morales. A lo anterior sumémosle que algunos líderes afrocubanos perciben que la politización del tema es la única posibilidad para que sus demandas sean atendidas.

Confieso que no puedo dejar de sonreír ante la candidez de este argumento, típico de un pensamiento binario, que todavía concibe las relaciones de entre hegemonía y subalternidad de manera vertical, y a las prácticas de poder localizadas solamente en el Estado, sus instituciones, partidos políticos, etc., y no como un complejo sistema de relaciones inscritas en un campo fuerza donde las tecnologías y dispositivos de dominación operan de forma horizontal sobre los cuerpos, los discursos, el saber, la cultura, el orden gramatólogico, la memoria del otro y su representación, etc. Lo que supone un concepto demasiado reduccionista de la blanquitud como posicionamiento hegemónico que trasciende el color de la piel y los diferentes credos políticos. Cuyos suspicaces resortes de dominación describe Santiago Castro-Gómez, cuando la define como: […] la escenificación personal de un imaginario cultural tejido por creencias religiosas, tipos de vestimentas, certificados de nobleza, modos de comportamiento y […] formas de producir y trasmitir conocimientos [el énfasis es del autor].[1]

Por otra parte, considero oportuno no perder de vista el siguiente hecho: independientemente de las coyunturas políticas, sociales y económicas que hayan determinado que el tema de la discriminación racial emerja en algunos espacios de discusión pública de la Isla, no es menos cierto que dicho boom coincide con esa especie de fascinación postmoderna que, a finales del siglo pasado, experimentó el mundo contemporáneo y la teoría de la cultura hacia la otredad, la diferencia y los imaginarios de lo popular. No sólo -como afirma Hall- nos hemos puesto de moda, sino que el sujeto negro comienzó a narrar sus propias historias, silenciadas o relatadas sólo desde el punto de vista de la razón occidental/imperial. Una memoria que ahora comienza re-construirse desde abajo hacia arriba, desde los bordes hacia el centro, a (re)escribirse desde el olvido, desde lo tachado o negado. Con todas las subversiones espistemológicas que este gesto acarrea.

En las líneas que siguen intentaré una cartografía de este campo discursivo, tomando en consideración las tensiones y descalces epistemológicos que supone la producción de nuevas categorías del saber enunciadas sobre y desde el cuerpo racializado de negro/as y mulato/as en un contexto global caracterizado por la efervescencia de relatos post. Me interesa analizar cómo el tipo de saber que están produciendo los intelectuales afrocubanos encara los binarismos, presupuestos históricos, y los grandes metarrelatos construidos por la modernidad y tradición del pensamiento occidental: sus formas de escribir e imaginar al otro desde una óptica colonizadora, sus pretensiones de una Historia (con mayúscula) concebida como un proceso lineal y universal del desarrollo de la humanidad, radicalmente excluyente, que cristaliza en las narrativas del progreso, la cual proscribe a la condición de saberes subyugados (cosmovisiones del mundo arcaicas, pre-científicas, ilógicas) las formas de conocimientos provenientes de las antiguas naciones colonizadas.

Antes de proseguir conviene preguntarse: ¿Existe en la Cuba del siglo XXI un pensamiento enunciado desde y sobre el sujeto afrocubano o se trata solo de escritos y discursos que respetando las pautas y protocolos de los marcos disciplinarios tradicionales sólo se limitan a describir o informar sobre esta problemática de exclusión racial desde perspectivas sociológicas, políticas, culturales e historicistas? Y de existir: ¿cuál es su status teórico?, ¿a qué herejías e intranquilidades epistemológicas nos abocan?, ¿qué interpelaciones lanza a las categorías del saber occidental y sus modos higienistas y terapéuticos desde los que tradicionalmente ha venido construyendo al otro de la racialidad?, ¿cuáles son sus convergencias y desencuentros con el pensamiento historiográfico, las ciencias sociales y el discurso académico institucional cubanos creadores y legitimadores de esta condición racial subalterna? Aún me atrevería a formular una última interrogante no menos desafiante: ¿Cómo este pensamiento encara las nuevas prácticas intelectuales y simbólicas y los modelos conductuales que se derivan de un mundo de sujetos post-transnacional, inmersos en un entorno massmediatico y una amplia gama de discursos post (la posteoría, lo postracial, la poscolonialidad, el postocidentalismo) donde la identidad racial negra se re-define en la intersección y el diálogos con otras identidades (genérica, sexual, generacional, grupal, etc.) cuyas prácticas e imaginarios, en la actualidad, desbordan para el cientista social los límites del conocimiento disciplinarios?

Antes de responder estas preguntas considero oportuno establecer las debidas distinciones entre lo que se ha dado en llamar discurso antirracista, y lo que en estas páginas rotularé como: la producción de conocimientos o de nuevas categorías del saber sobre la racialidad negra enunciados sobre y desde este sujeto. La primera de estas modalidades, desde su connotación semántica tan abarcadora, se distingue por la pluralidad posicionamientos, sujetos de enunciación y por ser un tipo de discursividad estrechamente vinculada al activismo contra la discriminación racial, cuya agenda se desenvuelve en un continuo galanteo con los paradigmas y disciplinas tradicionales de las ciencias sociales. Lo que explica la enorme visibilidad que tiene esta vertiente en la mayoría de los paneles, antologías y otros eventos de carácter oficial consagrados al examen de esta problemática. Su complacencia con determinados paradigmas al uso dentro de la academia cubana inviste a estos textos y autores de lo que Bourdieu en La fuerza de la representación denomina: el poder o autoridad para enunciar. Por ejemplo: la reactualización de determinados ideologemas relacionados con la intransigencia revolucionaria propios de la década del setenta y primera mitad de los ochentas, y que tantos oportunismos políticos cobijó, o apelar a la noción del mestizaje como un modo de salvaguardar la unidad de la nación, etc. Lo que pone de manifiesto cómo el acto de hablar sobre la problemática racial cubana, desde una posición comprometida con la Revolución, pasa también por la teoría o el lugar teórico desde donde se hable. Sin descartar, claro está, las diversas implicaciones y perspectivas generacionales que subyacen detrás de estos modos de conceptualizar y discurrir sobre la racialidad negra.

La segunda de estas modalidades, se trata de estudios antidisciplinarios cuyos nuevos impulsos conceptuales operan como una desmitificación o problematización de viejos marcos analíticos y modelos de representación legitimados por la historiografía y el saber académico en Cuba. Los textos inscritos en esta vertiente no descartan el activismo contra la discriminación racial, sólo que en ellos este gesto no opera de manera explícita, sino a través de la localización, descripción y desmontajes de esos dispositivos y tecnologías, que históricamente han determinado la subalternización y exclusión del sujeto negro/as, ya sean de los relatos fundacionales de la nación cubana o de otros espacios. Otro aspecto importante dentro de esta vertiente son sus erosiones al concepto homogéneo y monolítico de la identidad nacional, remanente colonial de aquella aspiración de un sujeto íntegro y universal postulado por la modernidad occidental.

Contrario a esa imagen de consensus que los espacios oficiales pretenden construir, el mapa del pensamiento afrocubano y sus luchas discursivas, en los últimos diez años, es un territorio atravesado por varios descentramientos y diseminaciones. En primer lugar, porque su soporte enunciativo no sólo se limita a la letra impresa, sino que comprende otros soportes como las provenientes de la música rap, el grafiti, el Spoken Word, las artes visuales, y los producidos por las nuevas tecnologías de la información como los blog, boletines digitales y sitios webs. Y en segundo lugar por su translocalización discursiva, pues no sólo se circunscribe a la comunidad enunciativa afrocubana dentro de la Isla, sino que está afectado por el fenómeno de la emigración, los disensos políticos, las alianzas con otros movimientos de la diáspora africana en Latinoamérica y el Caribe y el interés determinados investigadores de la academia euro-norteamericana hacia el tema. Lo que refleja en la producción de un saber cuyas perspectivas metodológicas, analíticas y paradigmas interpretativos establecen desfasajes o desniveles sustanciales en virtud de la comunidad enunciativa desde donde se enuncia y se piensa la problemática de la racialidad negra cubana y sus distintos avatares culturales e históricos. (Continuará)