Copa Mundial de Futbol en Brasil: ¿sólo alegría, derroche, diversión y ansias de triunfo?

Por: María-I. Faguaga Iglesias (Antropóloga e Historiadora).

Las manifestaciones que, desde el año 2013, comenzaron a suscitarse en prácticamente todo el país, que no han cesado y que amenazan con sostenerse durante el mes dedicado al futbol, expresan el malestar de una población obligada a vivir, a sobrevivir y a malvivir, según la colocación sociológica, en medio de profundas contradicciones.

Población originaria y afrobrasilera, mestiza y blanca, hombres y mujeres, pero no únicamente jóvenes, obreros y profesionales, trabajadores urbanos y rurales, se han unido en unas manifestaciones que expresan la insatisfacción de necesidades básicas. Necesidades de una sociedad compelida a refacturarse creativamente, en la cual la estructura no debería demorar el momento de dar paso al relacionamiento y a la distribución con equidad.

Los motivos catalizadores de las manifestaciones han sido tanto el aumento del importe del boleto de ómnibus, como la imperiosa necesidad del aumento del salario. Ambos fundamentales en una sociedad en la cual el incremento anual del salario no significa mejoría del nivel de vida, pues coincide peligrosamente con el aumento mayor, también anual, de los impuestos y de los precios de productos y bienes de primera necesidad (alimentos, inmuebles y ropas).

Una semana antes de iniciarse la cita mundialista del futbol, la población originaria se hizo presente en Brasilia, ciudad sede del gobierno, con sus ropas y armas típicas. Reprimidos por las (mal) llamadas fuerzas del orden, pudo verse en la televisión nacional cómo hacían blanco, con sus flechas, en algún policía al que su armamento occidental poco o nada le resguardó.

¿Pacificación?

La oficialmente denominada pacificación ha sido la táctica aplicada por el gobierno para, con las tropas de la policía militar, tomar desde hace varias semanas los morros, internacionalmente más conocidos como favelas.

La mencionada pacificación, ha recibido el repudio de los millones de moradores en esos sitios. Son personas materialmente pobres, que a la guerra internamente allí desatada por los narcotraficantes han visto sumarse atropellos policiales que incluyen muertes.

De la actual pacificación únicamente se sabe lo que por los medios trasciende. Por ejemplo, se conoció la muerte, parece que injustificada y a manos de la policía, del joven afrobrasilero Douglas Rafael Pereira, conocido como ‘DJ’. La muerte, que se presume fuera a golpes, alcanzó mayor repercusión, fundamentalmente, por ser bailarín del canal televisivo OGlobo. Como otras muertes de jóvenes afrobrasileros, esta fue motivo de protestas callejeras en su natal Río de Janeiro.

Valdría la recordación de que pacificación es término infeliz. Tiene triste recordación en las Américas, donde así fue denominado el genocidio en masa que las tropas de las metrópolis europeas realizaran con los pobladores autóctonos del continente.

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