
SER MUJER NEGRA LESBIANA[1]
Por Norma R. Guillard Limonta.
(Psicóloga Afrocubana, Feminista y Comunicadora. Miembro de la Sociedad Cubana de Psicología).
La poeta negra lesbiana Audre Lorde en uno de sus poemas nos dice:
Mujer
Sueño con un lugar entre tus pechos
Para construir mi casa como un refugio
Donde siembro
En tu cuerpo
Una cosecha infinita
Donde la roca más común
Es piedra de luna y ópalo ébano
Que da leche a todos mis deseos
Y tu noche cae sobre mí
Como una lluvia que nutre.
Si analizamos este poema podemos afirmar que el amor de las lesbianas es un amor igual que otro. Entonces, pregunto: ¿por qué costará tanto entender algo tan sencillo como el hecho de que el amor no entiende de género ni color?
La práctica erótica/sexual entre mujeres es una realidad que hasta hoy ha costado mucho aceptarla dada la imposición de la heterosexualidad obligatoria y eso, lógicamente, le impide a muchas personas reconocer la belleza y el verdadero poder implícitos en este tipo de relación.
El discurso y los mecanismos propios del poder heteronormativo caen como un gravamen, sobre los cuerpos y las mentes de las lesbianas llevando algunas al silencio y a otras a la lucha por la transformación de estas realidades tan difíciles.
El poder de la sociedad heterosexual no solo oprime a las lesbianas y a los demás homosexuales, sino también a todo lo que le parece diferente, como a las mujeres y a otras muchas clases de hombres que pasan a una condición subalterna, pero el acto autoreconocimiento de nuestro erotismo como lesbianas nos brinda energía para seguir adelante.
¿Qué significa ser lesbiana? Algunas de las respuestas a esta interrogante aparecen recogidas en el libro Sencillamente diferente de la psicóloga nicaragüense Mary Bolt González publicado en 1996. Bolt describe cómo se construye nuestra subjetividad, cuántas discriminaciones sufrimos y la violencia que padecemos.
Las respuestas más frecuentes que esta autora ofrece a la interrogante ¿Qué significa ser lesbiana? están relacionadas con el significado de considerarse igual que otras personas en cuanto a derechos. El hecho de identificarse como mujer, implica no sólo cultivar sentimientos de ayuda y solidaridad, sino que también supone compartir igual sensibilidad, emociones y expresiones de ternura, pero al mismo tiempo es mostrarse diferente ya que no nos regimos por muchos de los “valores”, estereotipos y “normas” que la sociedad establece. Es poder mostrar todas las potencialidades de la sexualidad, no cerrarse al mundo, vivir esa alegría, pero también tristezas por la incomprensión familiar y social, es también vivir la clandestinidad.
Respuestas parecidas ofrecieron esa misma pregunta las lesbianas cubanas del Grupo OREMI en La Habana. En sus repuestas se destacan los tópicos de la auto-violencia al tener que ocultarse de la familia, las dificultades con la vivienda para disfrutar su amor. Las entrevistadas negras apuntaron, además, una triple discriminación: por mujer, lesbiana y negra. Siempre con historias referidas a los traumas por su condición de lesbiana en la etapa de infancia, la adolescencia o adultez. La culpa, el miedo, la mutilación de sus vidas y la subestimación.
Pero también ser lesbiana es un acto de liberación de ciertos roles asignados a nivel mental, que trae un reajuste de la conciencia en el plano de lo que está permitido históricamente y lo que no o entre una exigencia social y el sí mismo. Al respecto Ochy Curiel apunta que esta toma de conciencia de las lesbianas de su propia imagen, pasa por un proceso complejo al no poder enmarcarse dentro de las identidades que la sociedad clasifica como femenino o masculino. De esta forma Curiel se enfrenta al criterio de quienes creen que ser lesbiana es solo mantener una relación sexual entre mujeres. En realidad es más que eso, es una posición política frente a la heterosexualidad obligatoria, es negarse a depender de los hombres sexual, emocional, económica y simbólicamente. (Curiel, 2003)
En este sentido Audre Lorde reflexiona diciendo: “[…] en aras del silencio, cada una de nosotras desvía la mirada de sus propios miedos […] miedo al desprecio, a la censura, a la condena, o al reconocimiento, al desafío, al aniquilamiento, pero también a la visibilidad que al final resulta muy necesaria”.
La práctica ha ido demostrando que las lesbianas, en comparación con los heterosexuales, son menos propensas a defender sus derechos y protección de justicia contra la violencia, el acoso y la discriminación, ya que no cuentan con el apoyo necesario por ser menos consideradas por las autoridades. A la hora de enfrentar estos desafíos su preferencia sexual sigue siendo una limitación. Recientemente he compartido la experiencia de una lesbiana joven, negra, muy femenina y profesionalmente reconocida, quien fue acosada y agredida por un hombre, el cual no le perdona que, siendo tan bonita, elija a una mujer como pareja. A pesar de la acusación por violencia y discriminación que ella presentó ante las autoridades, éste salió del juicio con una fianza. La respuesta inicial fue que ella tuvo la culpa por andar de mano con su pareja en la calle. Aunque la joven estableció una apelación judicial a la sanción, todavía hoy el tribunal sigue demorando sus conclusiones.
El ejemplo que acabo de exponer evidencia la manera en que el comportamiento social de la identidad hegemónica y heteronormativa, en la defensa de sus derechos sexuales y reproductivos, entorpece la búsqueda de justicia, protección y reparación del daño cometido. A ello hay que sumar los prejuicios raciales que les impide ver a las mujeres negras como sujetos políticos, que están en su derecho de mantener relaciones sexo-afectiva con quien mejor le parezca. Nuestra cotidianidad muestra cómo los hombres se siguen sintiendo con derechos a invadir la intimidad de las mujeres y obligarlas a aceptar actos en contra de su voluntad.
Estas realidades han obligado a algunas lesbianas a vivir su sexualidad en la clandestinidad, en una doble moral, casándose o teniendo hijos, en conflicto, en confusión, negando la existencia de lo que realmente la hace feliz y haciendo concesiones en su vida.
En Cuba estos hechos han sido sufridos por varias de mis entrevistadas. Me refiero no solo al rechazo de la sociedad sino también familiar. Una de ellas relató que a los 14 años se enamoró de una compañera de aula y le escribió una cartica que la maestra interceptó. Su mamá se enteró porque la mandaron a buscar de la escuela y la abofeteó en medio del aula y la expulsaron de la escuela. Su madre también la botó de la casa. Cuando intentó suicidarse la mandó para casa de su papá, que vivía en otra provincia y con el cual nunca había tenido relaciones. Este allí la vigilaba y la obligó a casarse con un amigo que tenía 50 años con el cual tuvo dos hijos. Fue una vida horrible. Sufrió una suma de violencias que hasta hoy la marcan.
A estas realidades agregamos las de la lesbiana negra que se asume como gay, que muestra roles y estereotipos masculino (butch) y que impone su virilidad como forma de conquistar, en la seducción, la poligamia, etc. Ella también enfrenta la violencia de las mujeres heterosexuales y mayor incomprensión en sentido general. Las acusaciones, y burlas de “negra marimacha” no le faltan. No pueden perdonar que estas mujeres negras sean libres, independientes. Se trata de valores o atributos no comprensibles para un sistema blanco hegemónico.
El desempeño social que, a través de la historia, les ha tocado a las mujeres negras han sido los de empleadas domésticas, prostitutas, de sometimiento, reconocidas socialmente como símbolo erótico. Si bien, dentro de nuestro sistema social, muchas tenemos una profesión se siguen haciendo transacciones a veces para apoyar la otra situación de pobreza que se arrastra. Esa desventaja social aun esta por compensar, a pesar de la participación que se ha tenido en las mejoras sociales que exhibimos hoy.
Si bien se le buscan soluciones generales, aún no se enfrenta como problemática racial y menos como movimiento feminista de apoyo.
[1] El presente texto es un fragmento de un ensayo mucho más amplio titulado: “Ser mujer negra, lesbiana, afrofeminista en Cuba, hoy” el cual fue leído por la autora en el coloquio: La nación que estamos imaginando (nuevas geografías de la racialidad negra), celebrado en el Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo de Cárdenas los días 28 y 29 de mayo.