Conversación con Alejandro Zamora

Por Astrid Barnet

Donde las dan, las toman, podría ser el otro título para este encuentro dialogado con Alejandro Zamora, una de las mentes jóvenes que considero más preclaras como profesional del Periodismo cubano contemporáneo. Autocrítico y comedido en cada una de sus valoraciones, Zamora es ya (de seguro) una de las personas con las que habrá que contar a la hora de valorar (con honestidad) esos vericuetos que aún subyacen en lo cultural y lo social. La mención obtenida por este joven en el concurso Palabra Nueva 2015, precisamente con una entrevista realizada a una de las pioneras del denominado Rap Cristiano en Cuba, es el motivo del texto que ofrecemos a continuación.

¿Qué aspectos de la vida social y de los valores humanos en específico y en congruencia con la fe religiosa usted trata en su entrevista?

Pienso que el Cristianismo cultiva una apología de lo ético. No digo que otras religiones carezcan de esa dimensión, pero definitivamente esa ideología del perdón, de intentar ser una mejor persona y amar al prójimo como a uno mismo, es algo que define a este culto. Eso siempre me ha resultado interesante. Recuerdo que siendo apenas un muchacho asistía a la iglesia de mis abuelos, los cuales eran Adventistas del Séptimo Día. Dentro de la institución había un joven que atendía el departamento de los niños y adolescentes. Esta persona tenía un aspecto intimidante, pues su cara estaba marcada por gruesos queloides producidos por cortadas. Luego me enteré que anterior a su conversión había estado envuelto en riñas callejeras provocadas por asuntos de drogas. Incluso había estado preso. En más de una ocasión lo vi atendiendo a los niños y en su mirada no había dolor ni odio, sólo amor… No sé, era extraño. Y creo que eso me marcó de cierto modo: la manera que tenemos de ver al otro, y cómo ese otro pugna por elevarse. Hasta la actualidad, me sigue atrayendo sobremanera los diferentes recursos utilizados por los sujetos subalternos a la hora de obtener un empoderamiento social y las disímiles formas que tiene el ser humano de avanzar con algo de alegría en este torcido planeta. Por eso sigo creyendo que el rap es un arma para los más excluidos. Habitamos en un mundo injusto y todo lo que constituya un eje de poder siempre debe verse con recelo.

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