ACABA DE FALLECER EN LA HABANA INES MARÍA MARTIATU (LALITA).
Por: Alberto Abreu
Acaba de fallecer en la ciudad de La Habana la ensayista, narradora y crítico cultural afrocubana Inés María Martiatu (La Habana, 1942). Lalita, como todos sus amigos la llamábamos, deja al morir una de las contribuciones más trascendentales, no sólo para la comprensión de la producción teatral de los dramaturgos afrocubanos, sino también al emergente pensamiento feminista negro sobre el cual realizó junto con Daisy Rubiera la antología Afrocubana: Historia, pensamiento y prácticas culturales (Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2011); además de los innumerables artículos y libros que publicó en Cuba y el extranjero entre los cuales están: El rito como representación (Ediciones UNIÓN, 2000) ) María Antonia una pasión compartida, (Letras Cubanas, 2004) Wanilere Teatro (Editorial Letras Cubanas, 2005), y un volumen de relatos Sobre las olas y otros cuentos. También dejó inconclusa o por publicar un proyecto de novela y un libro de ensayos sobre la producción literaria y artística de un grupo de creadoras afrocubanas. Además, era además autora del blog www.afrocubanas.wordpress.com
Quienes tuvimos el privilegio de conocerla y emprender junto a ellas innumerables aventuras y luchas intelectuales, podemos dar fe de su espíritu controvertible, más que controvertible: desafiante a todo orden, su cimarronaje cultural a veces rozaba el fundamentalismo, su sensibilidad como pensadora la llevaba a siempre estar al tanto de las últimas vueltas y revueltas teóricas en el plano de los estudios culturales, y subalternos, a acercarse a la producción de las raperas cubanas. También acompañó al nacimiento de este blog Afromodernidades.
Los más jóvenes que en los años noventa o un poco antes llegamos a esta lucha por el reconocimiento y representación de nuestra identidad racial, hallamos en las largas conversaciones telefónicas con ella, en los intercambios de correo, o en las visitas a su casa donde siempre nos recibía junto a su laptop el vínculo con pedazo nuestra memoria fracturada, con la lucha que emprendieron los negros y mulatos de su generación en los años sesenta. Nunca, que yo sepa, escribió sobre aquellos años, a pesar de mi insistencia. Dios mío, ¿cómo sobrevivir ahora a tanto olvido?
En mi vida he conocido a pocas personas como ellas, dotadas de una memoria excepcional para reproducir los detalles más elementales de eventos transcurridos hace treinta, cuarenta o cincuenta años. Su memoria era casi fotográfica, no exenta de la fabulación, pero sabía contar estos hechos con una gracia y originalidad que pocas personas tienen. Como si en el acto de rememorar los reviviera, más que revivirlo, los re-componía sin traicionar su esencia para el presente. En el centro de estos actos memorísticos siempre estaba Cuba, sus vaivenes, los silencios y fracturas de su historia. Pero eso puede decir que amó a este país con la misma desesperación y vehemencia con que defendió a sus negras y negros. Su cubanía era visceral, porque no conocía otra forma de amar u odiar que no fuera esa. Ahí están sus escritos sobre nuestras tradiciones publicados por Prensa Latina, y de la mano de este amor a Cuba marchaba su amor a La Habana y a nuestra música, la cual evoca en muchos de sus cuentos.
Siempre he lamentado las pequeñas sabiduría que en cada muerte se nos va. Lalita, era hija de Oshun, con ella muchas veces solía conversar sobre estos temas de espiritismo y sobre lo que hay más allá de la muerte. Tenía una manera muy peculiar de explicarse los diferentes eventos de su vida, el destino, incluso la historia a partir de estas supuesto, de este saber otro. Por eso, ahora que has pasado a mejor vida, que está en proceso de convertirte en uno de esos grandes espíritus que los babalaos o los oriaté, antes de iniciar cualquier ceremonia, moyurban voy a pedirle a Olofi y a Olordumare que te den mucha luz para que su espíritu me acompañe.
Cárdenas, 6 de junio del 2013