“Otro texto de Gustavo E. Urrutia que debemos conocer y analizar”

Por: Tomás Fernández Robaina (Investigador y Profesor Titular. Biblioteca Nacional de Cuba José Martí).

Introducción

La proximidad geográfica entre los pueblos de Cuba y los Estados Unidos desde el periodo colonial hasta el presente generaron influencias reciprocas desde los espacios económicos, culturales, sociales e históricos.

No se puede pasar por alto los planes de los que financiaron los intentos de Narciso López para independizar la isla con el propósito de anexarse a los Estados Unidos.

Esa idea no murió con la muerte de López, se mantuvo viva en la mente de la clase económica criolla como una forma de evitar la abolición de la esclavitud que se expandía poco a poco en las recién fundadas repúblicas americanas. Y aun vencido el sur esclavista estadounidense, el anexionismo se mantuvo como una corriente opuesta al independentismo y a integrismo,

La mayoría de la población afrodescendiente se enroló en las filas independentistas, pero es poco probable que simpatizaran con la anexión. Lo anterior se evidencia en el artículo aparecido en el periódico Previsión, 15 de marzo de 1910:

Que nos importa el turismo ni la prosperidad que con su trabajo puedan esos yankees traer a Cuba, si gracias a ese turismo y a esos yankees se han establecidos diferencias que no existían a raíz de la independencia que sin ellos, sin su influencia nefasta no tomaran las características alarmantes que existen hoy.

No obstante la solución estadounidense para la convivencia de negros y blancos estaba presente en la mente del poder colonial eurocéntrico, como bien se aprecia en la propuesta que hizo Carlos Manuel Trelles y Govín (1866-1951), el bibliógrafo más importante en la Isla en los primeros 50 años republicanos.

Debido a que unos españoles se habían negado a atender a unos clientes negros en una cafetería, el aconsejó contratar a empleados negros para negros para que les despacharan a sus iguales.

Ese hecho reflejada la posibilidad de una creciente tendencia que procuraba una separación social que negaba las esencias de la supuesta fraternidad entre blancos y negros nacidas durante las guerras independentistas.

Nicolás Guillen alertó y denunció la existencia de esa tendencia cuando escribió su artículo “El camino de Harlem”, donde señaló:

Estamos preocupándonos exclusivamente de las formas, y tenemos verdadero terror en llegar al fondo del problema que es grave. Lamentablemente nos vamos separando de muchos sectores donde debiéramos estar unidos, y a medida que el tiempo transcurra, esa división será ya tan profunda que no habrá campo para el abrazo final. Ese será el día en que cada población —a todo se llega—tenga su “barrio negro” como nuestros vecinos del norte. Y ese es el camino que todos, tanto los que son del color de Martí, como los que tenemos la misma piel que Maceo, debemos evitar. (Diario de la Marina, 29 de abril, 1929,p.16; Prosa de Prisa, 1975, t.1, pp.- 3-6)

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