¿Qué repercusiones podría tener en Cuba la reciente decisión del Tribunal Supremo de EE.UU. de legalizar el matrimonio homosexual?

Por Alberto Abreu Arcia

Hace unos días un periodista y amigo, para más señas gay, me llamó por teléfono para conocer mis impresiones sobre el impacto que podría tener, entre nosotros, la reciente de determinación del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de declarar inconstitucionales las leyes que prohíben el matrimonio homosexual.

Desde luego, que el triunfo es un motivo de gran alegría y un hecho inspirador tanto para los activistas como para el movimiento LGBTI cubano. Ahora bien, reflexionar sobre la posible huella que este suceso podría dejar entre los activistas y el movimiento LGBTI cubano, supone una reflexión mucho más compleja, que debe tener en cuenta, sobre todo, lo que ha sido y es la historia de las luchas por los derechos de los colectivos homosexuales en Estados Unidos y en Cuba, pues ambos escenarios tienen sus memorias y lógicas propias.

Por ejemplo: la relación entre estado y sociedad civil en Estados Unidos es otra, es decir: responde a una cultura política de negociación liberal, la cual configura un tipo particular de organización y relación entre Estado y sociedad civil. Nosotr@s, como movimiento LGBTI, no contamos con las ventajas ni el empoderamiento económico, político ni los mecanismos institucionales de Estados Unidos. Nosotr@s no tuvimos Stonevall Inn (New York, 1969) ni un post Stonevall, tuvimos la UMAP, El Puente, el decenio gris como respuesta del nacionalismo heteronormativo a la voluntad del emergente discurso homosexual de izquierda por articular el deseo político con un universo de estéticas deseantes y descentradas .

No te digo esto a manera de lamento, ni nada por el estilo, pero son realidades que forman parte de una memoria, de fragmentaciones, silencios, retrocesos con los que hemos tenido que lidiar, y atrasan mucho. Tú mismo, al formular tu pregunta, para referirte al caso de Cuba has mencionado una palabra clave, que me parece estratégica: movimiento, no comunidad, creo que esta distinción dice mucho.

Otro hecho, sin dudas clave, es el campo de la teoría. Todavía carecemos de un pensamiento propio, adolecemos de cierta incapacidad para elaborar nuestras propias herramientas conceptuales, de ahí que casi siempre tenemos que importarla de paradigmas anglófonos, como estamos haciendo ahora con la teoría queer, y lo hacemos en medio de una fascinación acrítica, pues se trata de teorías elaboradas a partir realidades que no tienen nada que ver con la mariconería o la homosexualidad caribeña y tercermundista.

Sé que el matrimonio igualitario sigue siendo una de las grandes demandas del movimiento LGBTI cubano, a pesar de que algunos intelectuales opinen que es una institución burguesa y el principal enclave de las sociedades heterosexistas. Sin embargo, ya viste que en la finalizada Jornada contra la Homofobia, el CENESEX celebró en el Pabellón Cuba, “las uniones sagradas” donde participaron una veintena de activistas. Este hecho, más allá de su simbolismo, habla de expectativas humanas emancipadoras que pasan por las historias de vidas de cada uno/a de nostro/as.

No quiero llenarme de expectativas, ni mucho menos trazar falsos diagnósticos, sobre todo cuando otras ciudades y países de América Latina, con quienes compartimos una historia y estilos de vidas tan cercanos como Buenos Aires, Río Grande del Sur, el Distrito Federal y el Estado de Cohaila en México, Ecuador, por sólo citar algunos, han avanzado en este campo más que nosotr@s. Ya es tiempo de que aceptemos de una vez que nadie va regalarnos nada, que nuestro futuro tenemos que labrarlo con nuestras propias manos. En esto último, a mi modo de ver, reside el mayor impacto de este triunfo de la comunidad LGBTI estadounidense entre nosotr@s.